miércoles, 2 de enero de 2008

La función principal de los juguetes es hacer que los niños y niñas aprendan.


Desarrollar la creatividad, contribuir a la socialización y, sobre todo, hacer que el niño aprenda. Éstas son algunas de las funciones principales del juguete, un elemento imprescindible en la vida del niño, pero que, mal elegido, puede ser incluso perjudicial para el correcto desarrollo de los más pequeños. Según explica el Doctor en Psicología de la Facultad de Medicina de la Universidad CEU San Pablo, Amable Cima, “el juguete cumple una función inicial, y es que la creatividad del niño se desarrolle; por lo que no deben ser ni muy complejos, ni muy elaborados, ni destinados sólo a una única función”.


“Los juguetes muy elaborados limitan la creatividad del niño; y al final, los juguetes más caros acaban en un armario y los niños se divierten con una caja de cartón”, recuerda Cima, que subraya la importancia de que el juguete “no perjudique el desarrollo psicológico y emocional del niño: un videojuego de violencia destinado a los adultos, por ejemplo, en manos de un niño puede influir negativamente, porque no distingue bien entre realidad y ficción”.


Así, entre los 0 y los 3 años, explica el profesor, los niños necesitan “juguetes que contribuyan al desarrollo de lenguaje y que aumenten tanto su psicomotricidad como los aspectos neuropsicológicos (atención, concentración y memoria)”. Es decir, juegos con luces, sonidos y colores que interactúen con el niño.


Entre los 3 y los 6 años, el juguete del niño debe tender al desarrollo emocional y permitir aprender algo. Son “juegos que desarrollan la creatividad y la fantasía entendidas éstas como situaciones distintas a la vida cotidiana, de manera que el niño puedan empezar a distinguir lo que es real de lo que no lo es, jugar a los piratas, por ejemplo, o a los vaqueros”. En esta etapa de la infancia es muy importante, además, la implicación de los padres, algo que los niños valoran enormemente.


La etapa comprendida entre los 6 y los 11 años, necesita “juegos más complejos, que impliquen conductas elaboradas que desarrollen hábitos positivos, sin perder nunca de vista que jugar es aprender; es enfrentarse a situaciones distintas que exigen una respuesta”.



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